Prosa de Sonia Quevedo
PÁLIDA DONCELLA
Al confundirse la mirada ausente con el profundo gris salitre y perla, observó la doncella el tono azul perderse entre las sombras de la tarde; enmudeció; y triste, observó a las horas cargar con su fardo de destrozos pasada la tormenta.
La plomiza noche al transcurrir las horas le abrió paso a la alborada pálida observando en medio de conmovedor silencio, los ojos quietos de la cándida y pálida doncella, detenerse firmes, sin parpadear siquiera, sobre la puerta del gótico convento pidiendo por piedad y en un suspiro casi inerte, solamente un poco de clemencia para su triste soledad y pena.
Nuevamente en azul profundo, gris salitre y perla, tornaronsé fríos los ojos al percibir sus sentidos un solo golpe seco por respuesta, después de su llamado del otro lado de la puerta tallada en fino Nazareno, como si atormentada criatura allí se hallase observando en mutismo total, a través del visillo de organdí casi deshecho por el paso firme y continuado de los años.
Y salió al fin con su carga de sonidos desde el profundo abismo quien allí habitara, cubriendo a medias, el avejentado cuerpo con la rotonda y verde musgo chalina de moho; repasó las pesadas huellas del pasado permitiendo entrever a la que un día fuera la más bella; mostróse en un instante con la amplitud del ahora, la desgastada forma como resultado lógico del correr del tiempo borrascoso sobre ella; y lentamente, miró sin ver con sus cuencas inundadas por el llanto, a la cándida doncella como reflejo fiel en el espejo por piedad pidiendo, para su triste soledad y pena, un poco de clemencia, un mendrugo de pan y un poco de calor en un abrazo.
© Sonia Quevedo
3 Comments:
Querida amiga, nuevamente siento el deleite de leer tus prosas poéticas. Esta en particular tiene una carga de angustiante nostalgia que deja chiquitito el corazón. No por ello dejo de notar la poesía que rezuma cada frase. Gracias.
Es hermosa tu prosa poetica,hay una nostagia que cada imagen. Un abrazo
Marite
Sonia: una hermosa narración poética, casi un cuento. Un abrazo, Laura Beatriz Chiesa.
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