Prosa de Fernando Sánchez Zinny

El fin del mundo

Este es el fin del mundo, la perfección hollada por insectos y musgos, por hojas vacilantes que esperan caer, por ciegas cadencias del trabajo a lo largo de calles y de gritos, por relumbres del sol despedazados en sombras. Son muchachas sin rostro, pájaros que aletean junto a humildes plantas que apenas cuido, música que desciende en extrema letanía para llenar los intersticios de la pena y cosechar los frutos.
Este es el fin del mundo, su maduración perpetua.

No hace frío ni calor: yo no los siento al menos. Y el tiempo es una asechanza de mujeres que ofrecen la tersura de su fuego como embriaguez para destruir los anhelos, las nostalgias, las distancias.Lejos están los tristes, las manos extendidas, los trémulos habitantes del temor. Y hay bordes de decaído césped y de malezas, viejos mercados olorosos y húmedos, barcos en el letargo de los muelles, puertos extranjeros que suscitan la libertad, los albatros, la dimensión fugitiva.El viaje interminable dura lo que un acorde en el aire, lo que una estrella que no volveremos a distinguir.
Este es el fin del mundo.

Tampoco hay decepciones, aunque no vimos nada, ni héroes ni arcángeles ni tempestades, sino las pocas cosas que hemos traído y nos llevamos, cifras de la angustia que nos agobia.Pero no creas que ahora la vida ha terminado: la juventud está en todos los ojos que no miran de soslayo, el egoísmo se agita entre desdenes y juncos y su fragor hace que el sol y las estrellas existan.La rosa es un proyecto de pétalos cansados; los hombres no son sino niños que pasan sin vernos.
Nadie cree; nadie creyó nunca.

Este es el fin del mundo. Las canciones ascienden en volutas de paroxismo, hay columnas entrevistas en una niebla persistente y la alegría mendicante se acurruca bajo el cielo celeste.
Ahora camino sin rumbo. Tengo los cabellos blancos: acaso sea un profeta.


® Fernando Sánchez Zinny