Poema de Antonio García Martínez
RETALES
Una anochecer cualquiera, gris,
—sin luna ni lluvia, que tanto gusta a los poetas—,
abandona la lectura de sus autores predilectos
y por extraño arrebato se enfrenta a la blancura del papel
con una decisión irresistible.
Así le da la sobrenoche,
hasta que agotado, exclama, dichoso:
—¡Por fin he logrado el poema que esperaba!
El sueño apenas, vuelve luego,
cuando el sol echa los postigos,
sobre el nocturno memorable,
y relee aquellas frases inconexas,
alguna figura retórica manida
no exenta de asonancias hostiles.
Y definitivamente reconoce sin ambages:
—¡Hay qué ser muy imbécil para escribir algo como esto!
© Antonio García Martínez
Una anochecer cualquiera, gris,
—sin luna ni lluvia, que tanto gusta a los poetas—,
abandona la lectura de sus autores predilectos
y por extraño arrebato se enfrenta a la blancura del papel
con una decisión irresistible.
Así le da la sobrenoche,
hasta que agotado, exclama, dichoso:
—¡Por fin he logrado el poema que esperaba!
El sueño apenas, vuelve luego,
cuando el sol echa los postigos,
sobre el nocturno memorable,
y relee aquellas frases inconexas,
alguna figura retórica manida
no exenta de asonancias hostiles.
Y definitivamente reconoce sin ambages:
—¡Hay qué ser muy imbécil para escribir algo como esto!
© Antonio García Martínez
4 Comments:
La hoja en blanco y a veces el mejor poema...
Un bello poema Antonio, un abrazo Gus.
Excelente con tu sello tan personal y atractivo, pones tu rubrica en los últimos versos, y es allí donde sorprendes gratamente al lector.
Elisabet
¡Magnífico! No hay cabida para otras palabras.
Ante tanta imbecilidad.... la nada. Soberano.
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