Poema de Alejandro Mauriño
El innombrable
Todos los tiempos han sido míos.
Fui astrólogo maya, osado fenicio del Mediterráneo, discípulo de Confucio en una lejana China heroica. Si mujer, Corina, Safo, Hipatia y una bruja en la hoguera.
Si filósofo, Sócrates en el ágora y Séneca cortándose las venas.
Escarnio de los galileos, fui el asesinado Juliano Augusto. Si médico, Hipócrates y Laureano Maradona.
Pasto de
Surqué mares ocultos, pensé y promulgué leyes. Suscribí versos a la luz de un candil de aceite junto al ánfora de vino, en Nisapur.
Inventé la rueda y la máquina de vapor. El acero y la flecha nacieron de mis manos. El violín es mi hijo. La brújula, mi ara.
Navegué el espacio y conquisté la luna.
Shelley fue mi amigo en Oxford; Voltaire en su exilio; Faure en la tribuna ácrata; Salman Rushdie en la clandestinidad.
Oscurecí la hierba como la sombra de Li Tai Po, solitario junto al arroyo de los seis ociosos.
Fui la palabra despreciada pero exacta. La idea. El clavo de madera en la madera. La luz de un fósforo en la cabaña, bajo la tormenta.
Fui y sigo siendo, interminable.
Soy el hombre libre.
Soy el ateo.
© Alejandro Mauriño
3 Comments:
Bello ese ser y ese ser libre...
Un abrazo Gus.
Un bello canto a la libertad, Alejandro.
Cariños
María Rosa León
Doy fe que has sido todo eso, y más aún.
Un abrazo, querido Alejandro. Que sigan los éxitos en tu Ateneo Literario en Corrientes.
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