18.4.08

Poema de Alejandra Zarhi


LA SINIGUAL

En alas de libertad floreció
la esperanza de este andar peregrino
que recorrió un destino feliz.

En guerra de pasiones y canciones
fue una a una, y la dicha floreciendo.

Ya no huyeron las confesiones
todo era real.
En una entrega gloriosa
todo quedo en paz.

© Alejandra Zarhi

5 Comments:

Blogger Gustavo Tisocco said...

Diferentes interpretaciones para este poema: Libertad, entrega, amor.
Un abrazo Gus.

18.4.08  
Blogger María Rosa León said...

Muy bueno tu poema, Alejandra. Un canto a la libertad y al amor.
Gracias por compartirlo con nosotros.
María Rosa León

18.4.08  
Anonymous Anónimo said...

Alejandra: un poema con final feliz, por eso las confeciones no huyen ni las pasiones se evaden. Un abrazo, Laura Beatriz Chiesa.

19.4.08  
Blogger LIDIA CARRIZO said...

TODO AMOR DEJA SU REFLEJO!

LA LIBERTAD DE AMAR! DE VOLVER AL AYER!
MUY BUENO ME AGRADÓ POETA TU POESÍA

24.4.08  
Anonymous Anónimo said...

ELLOS



Industriales del ocio, los poetas
mecen sus tramas con las sístoles;
reclinan colores
para convertirlos en palabras,
y las palabras, para hacerlas música;
y vuelven con las diástoles
a rememorarse a sí mismos,
una y otra vez.
Tal vez en otra era.
Ese arbusto florido y taciturno
que hace primaveras en otoño
y cruje por melancolías.

El que pone silencios al olvido,
y castiga con risas las desgracias.
El que ilumina los tristes
con los verbos,
y le aplaca las locuras
a la materia.

Ese, propiamente, viajero sustantivo,
ataviadado con cantos y leyendas.
Ese dador que, si es mujer
riela sus labios con locuras nuevas,
y perfuma la tarde del encuentro
con reclamos de flores para el canto.
Esos, después, todos cantores,
de las rías sublimes y aliviadas.

Con esa gente trato y me complazco…
Luego salgo,
con manos en bolsillos,
por una calle que lleva
hacia el retorno.
Y los sueño, y los toco
en la distancia,
cual si fuera mi brazo
una alabanza.
Por los tercos y tersos a la par.

Ellos, que nutren los reflejos
de los charcos que piso en mi vuelta,
cuando los llevo en mi bolsillo izquierdo.
Por ellos, sin dinero para el brindis,
basta el agua bendita de los versos
para tenerlos en la mano, juntos,
cada tarde de vinos andariegos.

No importa
que no vean mis deseos.
Yo adivino, señores de mi afecto,
que en un puño de mi mano izquierda
también caben los altos del poema
y las sacerdotisas del proemio.

¡Quédense aquí, soldados de mi afecto!
¡Aprieten este espacio de mi adentro,
sin tiempos, latifundios ni mareos.
Porque somos iguales:
una sarta de locos al acecho,
para atrapar metáforas sonoras
en el puño voraz que sostenemos.


Señores del amor,
¡Jamás sean cuerdos…!
Poetas, él o ella,
os llevo en mi bolsillo izquierdo.


Julio Lewitt
juliolewitt@hotmail.com

1.5.08  

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