Poema de Mary Acosta

ELIXIR AMARGO

Abatida tragó el precio de su palabra.
Precarios gritos claman por la clausurada puerta del abandono.
Alondra envejecida sepulta alas de ilusión
en el hueco ancestral de no ser nadie,
sino cóncava piedra de razón, que golpea
sobre el ángulo perfecto de una piadosa misericordia.
Cerrada de fiebre ante los terminales territorios
doma el feroz arrebato del límite,
bajo la rotura de la luna que solloza desconsoladamente y sin pausa
en la república de los tristes.
Sola en su silencio, es la inatrapable.
Alguna vez un humano escribió:“Nadie se reúne en esta vida por siempre con nadie”

© MARY ACOSTA