17.3.09

Poema de María Elena Tolosa



Sólo veía el pasto
y las ramas que crecían como niños sanos.
Se levantaba de la mesa,
temblaban los muros con el estruendo,
los cerdos osaban el verde
comiéndose las manos de los niños.
Podaba el laurel
con la gastada piel de sus manos en sangre,
y la envejecida reja se abría
como un útero expulsando vida.
Los domingos se inmolaba
en su sacrílega misa.
Después, apilando ladrillos,
se arreglaba el pelo.
Por la noche el pasto se cubría de rocío.
Nadie lo sabía.

Se desorbitaban los ojos de mi padre.

© María Elena Tolosa
Foto: Horacio Farroni

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Ma.Elena: muy buen poema-homenaje para ese alguien, primer hombre,al que tanto se ama. Un abrazo, Laura Beatriz Chiesa.

17.3.09  
Anonymous Anónimo said...

María Elena, homenaje hermosos. Me conmoviño. Marta Ravizzi

17.3.09  
Anonymous Anónimo said...

Muy hermosa evocación, María Elena.
Felicitaciones y un beso grande
María Rosa León

18.3.09  
Anonymous Anónimo said...

Qué poema extraordinario, querida amiga. Jamás dejará de conmoverme hasta lo más profundo de mi ser. Te admiro como poeta y como mujer valiente, que le hace frente a esa vida que no siempre fue tan amable con vos.
Te quiero mucho
Alicia Perrig

22.3.09  

Publicar un comentario

<< Home