Poema de Rubén Derlis
CONSTITUCIÓN
Sólo la jauría hambrienta del viento
alarga su hocico húmedo por las calles nocturnas.
Los rieles parecen más fríos
bajo los trenes quietos, como un olvido enmohecido que nadie
... reclama;
la intemperie de julio garabatea remolinos en los andenes,
aúlla en soledad, inconmovible, gélida.
Hace unas horas desalojaron su lugar de estridencia
los fanáticos de la religión estéril,
los fatuos mentirosos de la Biblia caduca y contorsiones de
... posesos.
La estación huele a fritura, a café quemado,
y hay un calor acogedor de cocina de campo
que los solos que florece el árbol de la impiedad no dudan en
... recoger;
hasta las voces de los que aguardan la primera formación bajan
... el tono
para no sobresaltar a los viejos dormidos en los huecos, tapados
... con cartones,
para no asustar a ese chico que llega por primera vez
–mal cubierto con desamparo la desnudez de su cariño–
a buscar su ración de calorcito
junto a la desvelada luz de una vidriera,
(mañana abrirá puertas de taxis y cerrará las de su infancia),
pero esta noche estremecida dormirá su abandono.
De la pizzería, donde ya han volcado sillas sobre las mesas,
con un vino de más –es todo lo de más que tiene–
muy a su pesar se va el último nadie.
Afuera el viento y el frío aprietan sus dientes.
La estación es un enorme corazón humano que ampara las
... miserias del día.
© Rubén Derlis
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