Poema de Leonor Silvestri
Andrómaca
Se levantará tu mirada
en el instante de tu muerte
del otro lado de la muralla de la ciudad fortificada
como la mano de un ahogado del futuro naufragio de Eneas
Tus miradas por todas partes así surgirán
Yo, tu mujer, seré el testigo ciego y mudo
porque soy mujer
de tu cruel y merecida muerte
¿Qué sabemos nosotras del morir y del guerrear?
Del telar y de la rueca, de eso, se supone,
Sí, sabemos.
Quizás
ya no habrá tiempo
para que hablemos, una vez más
para que te convenza de
que he sido una buena mujer
que he sido sólo tuya, tuya más que esta tierra
que es sólo eso
para que te muestre a nuestro hijo
que es más tuyo que de nadie
para que te conmuevas
que me debés, porque te he sido fértil
y te he gozado las Diosas saben cuánto
cuando me tomabas.
Nada perdura en esta tierra.
Ni el amor.
Ni nosotros.
Ni nuestra estirpe.
Ni esta ciudad.
Como una mano
mi corazón se encierra.
Qué no me vean llorar
desde abajo los enemigos.
Ya habrá lugar para que yo lloré
como la mujer de Ayax
sobre lo que me dejen de tu cuerpo ultrajado
mientras lo limpio con el agua tibia
como siempre he hecho
en la hora de tus últimas exequias
Si me preguntan
mentiré
diré que no te he amado.
Todo será inútil.
Igual me llevarán
descalza atado el cuello y las manos
como una perra esclava.
Seré botín y alimento de otros hombres
seré sirvienta, de esos, otros.
A vos y a mí la Moira nos espera,
pronto, pronto, pronto.
Pero lo que yo sentí en el momento de tu abrazo,
necio Héctor, eso, que es sólo mío,
no se lo llevarán ellos.
© Leonor Silvestri
2 Comments:
qué buen poema, Silvestri, gracias,
R. Palacios
Nada perdura; sólo esa sensación que guardamos.
Claudia
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