Poema de Roxana Palacios
flores amarillas como mundos
de cara al río ves las contenciones
el hierro que trabajabas con tu padre
láminas rectas para detener el agua
así tu nombre desde la ventana
la mesa puesta tu respiración
la estampida del asma en la casa segura
así las tablas sumergidas en el muelle
el pozo verde de encerrar lagartos
caminás la plantación de punta a punta
la lluvia trae culebras a morir sobre la isla
flores amarillas como mundos
se rompen en la superficie
perdóname Padre por enterrarte debajo de los robles
el barro se come tu cuerpo inútil
la voz con que rozabas las hojas
que acababan de nacer
voy a beber tu sangre hasta el fondo del vaso
escupir las raíces de tu ciencia
tu voluntad
nuestros corazones a tu antojo
© Roxana Palacios
Foto: Gustavo Tisocco
posted by Gustavo Tisocco at 11:02
8 Comments:
¡Hermosa poesía que tiene esa impronta cual cordón umbilical que no se corta el amor a tu padre,el siempre esta cara al sol aunque este debajo de los robles,me agradó leerte roxana
Gran poema, Roxana la de la casa que camina. Tengo la sensación de que hacés poesía como quien teje el mejor de los abrigos. Debe ser que soy terriblemente friolento que, aún en verano, lo que abriga me pone extraordinariamente bien.
Un abrazo.
Jorge Luis Estrella
Roxana, tan ciertos esos 4 versos finales, no se puede escapar a lo que aprendimos aunque querramos, y esa dolor hacia lo perdido que se marca en algún verso.
Abrazos
Elisabet
David Antonio Sorbille dijo...
Cuánta veracidad en tus versos, mi querida y admirada Roxana... El dolor se palpa, tanto como el recuerdo.
Ah! qué bueno ha sido poder ser testigo de la encarnación: ese poema que devuelve a la vida.
Sensiblemente, Fanny
Roxana:
nada ni nadie se va par siempre y el legado mas grande es el amor, tal cual lo manifiestas.
rox, estas llena de buena raiz y amor.
bravo por el poema homenaje.
SANTOAMOR
Excelente, Roxana!
Un abrazo.
Roxana: las imágenes se suceden, dinámicas, plenas de vegetación y su fauna en el paisaje acuático y la casa sobre pilotes, el barro eterno, la plantación, y el entierro bajo los robles. Todo lo nombrado cobra vida propia y eso es especialmente evidente en este poema, donde la voz del padre muerto sigue tocando las hojas nuevas.Hermosísimo. Por muchas flores amarillas Irene Marks
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