5.7.11

Prosa de Ana Guillot



Peregrina buscando la bandada. Ave nocturna que no encontrará sosiego. Ella quiere. Conocer a alguien más que preceda en el cuerpo lo que el calendario traerá. Ella quiere eludir la protagónisis. Ser una mujer de pueblo, ir y venir por la feria buscando baratijas, probarlas. Aros para seducir o pulseras. Bellas pulseras de perlas mentirosas, blancas como dientes, como ajos para machacar sus miedos. Ir y venir sin que la cuiden los hombres de su padre, sin que pregunten por ella cuando por la mañana deambula en el jardín.
-Es la serpiente- le dijo. Y el dios no habrá de mentir. No hay bandada para la pequeña. No hay nido para regresar a la semilla, al huevo que se abrirá, cotiledóneo, como una pausa blanca (dientes, ajos para triturar sus miedos).
Sus pira en su cuerpo adamascado y pequeño. Ya no es una niña. La sangre llega, va llegando, mes a mes, como un recordatorio de su sexo, de la red en la que el dios la atrapó.
Ir y venir preferirá. Sonreír a los flashes como el resto de las hembras del reino. Posar para los demás, desnudarse.
Entretenerse en la depilación o en el peinado. No puede. Las que aman a los dioses peregrinan, pero no pueden pernoctar aliviadas ni orgásmicas. Ellas permanecen vírgenes, eluden la condición y el jadeo.
No sabe la pequeñita que en el reino de enfrente Electra está aterrada por la sombra bestial de padre. Falta para que drene el desenlace. Falta para que Agamenón vomite el reino en el viaje de vuelta, en la escudilla de los desechos donde la guerra yace. Pero ya se prepara el matricidio (jadea que te jadea, jadea que jadea, perrita infiel). La sombra de padre lo anuncia. Gira como un espectro entre las paredes hambrientas del Ática.
No se conocerán. No saben tampoco ahora que les tiembla la nuca porque el destino es eso: una desembocadura que no se detiene, una mano que aúlla cuando el viento sucumbe en el mar.
Ambas quisieran. Amores más sensatos, alimento.
La descalza será una tregua, como Eneas.
No saben ahora que les tiembla la nuca porque el amor es eso también: una desembocadura indetenible, una mano entregada cuando el viento sucumbe en el mar.
De la copa beben (las dos). Es tiempo de vendimia, de insolencias.

© Ana Guillot

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Sencillamente, un poema fuera de serie: el mito y lo cotidiano, el destino y la rebelión, el género y el des-género, los dioses y los mortales, presentes y vivos como sólo saben hacerlo los verdaderos poetas. Gracias, Ana, y el abrazo de Jorge Ariel

25.7.11  
Anonymous Anónimo said...

Jorge ariel del alma

Tu comentario me deja ancha, gorda, intensa, feliz. Como ocurre cuando te comentan los grandes. te quiero! Muchas gracias! ana

29.7.11  

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