Poema de Antonio Miranda
DESPERTAR DE LAS AGUAS (Fragmento)
II
Lluvias en movimiento constante, caminantes,
errantes, intempestivas. Seguidas de soles
abrasantes, ardientes, inclementes. Lluvias
torrenciales y estíos intermitentes, insistentes
que secan la tierra, caminos distantes. Calores.
Éramos tan pequeños en aquellas aguas
todas, ¡y los árboles enormes!
Andábamos descalzos, desnudos, a la ventura,
inocentes de tantas maldades atávicas,
tan indefensos a pesar de rezos y misas..
Pisando pozos de agua estancada, matorrales
vecinos cerca de casa— ¡tan distantes!
corriendo y gritando, saltando troncos
caídos, bejucos y raíces aflorados.
Tropezando, levantando y entrando
en los espejos de nubes trémulas,
reflejando espacios andantes, inestables.
III
La sensación lívida y temerosa de las acciones
inconsecuentes, libres de vigilancia
y cuidados. Sueltos. En algazara.
¡Qué inocente sensualidad! Aguas transpirantes.
Inconscientes del placer compartido,
ausentes de cualquier responsabilidad.
Cuerpos imberbes rozando, arrepintiéndose,
como peces resbaladizos entre hierbas
fluctuantes, agarrándose, palpitantes,
enfrentándose con furia, extenuados.
Exuberantes como explosiones vegetales,
como animales libertos, triunfantes.
Hasta que uno inmoviliza al otro, vencido
por el cansancio, por la fatiga, por el peso
del cuerpo. Sobre la presa inerte, jadeante,
mordiéndola con ímpetu y sintiendo
un sabor vivo de saliva y espanto.
II
Lluvias en movimiento constante, caminantes,
errantes, intempestivas. Seguidas de soles
abrasantes, ardientes, inclementes. Lluvias
torrenciales y estíos intermitentes, insistentes
que secan la tierra, caminos distantes. Calores.
Éramos tan pequeños en aquellas aguas
todas, ¡y los árboles enormes!
Andábamos descalzos, desnudos, a la ventura,
inocentes de tantas maldades atávicas,
tan indefensos a pesar de rezos y misas..
Pisando pozos de agua estancada, matorrales
vecinos cerca de casa— ¡tan distantes!
corriendo y gritando, saltando troncos
caídos, bejucos y raíces aflorados.
Tropezando, levantando y entrando
en los espejos de nubes trémulas,
reflejando espacios andantes, inestables.
III
La sensación lívida y temerosa de las acciones
inconsecuentes, libres de vigilancia
y cuidados. Sueltos. En algazara.
¡Qué inocente sensualidad! Aguas transpirantes.
Inconscientes del placer compartido,
ausentes de cualquier responsabilidad.
Cuerpos imberbes rozando, arrepintiéndose,
como peces resbaladizos entre hierbas
fluctuantes, agarrándose, palpitantes,
enfrentándose con furia, extenuados.
Exuberantes como explosiones vegetales,
como animales libertos, triunfantes.
Hasta que uno inmoviliza al otro, vencido
por el cansancio, por la fatiga, por el peso
del cuerpo. Sobre la presa inerte, jadeante,
mordiéndola con ímpetu y sintiendo
un sabor vivo de saliva y espanto.
© Antonio Miranda
2 Comments:
Antonio me sigues asombrando con estos poemas al agua y a mucho más que se pueda interpretar.
Muy buenos!!!
Un abrazo Gus.
Muy bella tu pintura, Antonio!!!
Gracias por compartirla con nosotros.
Cariños
María Rosa León
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