Prosa de David Rosario Sorbille
Amor
El crepúsculo cae sobre la ventana de nuestro hogar, en tanto, mi compañera de toda la vida y yo, observamos la despedida de esa tarde de otoño. El espacio que ocupamos se llena de silencio, sólo intercambiamos una mirada y en ese gesto la historia de nuestras vidas arrebata el momento. La alegría y la pena se transforman en una única imagen de calidez y respeto mutuo. Nuestros hijos crecieron así, en ese ámbito de solidaridad y afecto. Ese mismo rincón de luz, que ahora me tiene a su lado, fue testigo de nuestros sueños. De pronto, Ella abre la ventana y echa unas migas de pan hacia la vereda que, poco a poco, se puebla de palomas. El rostro de Ella asombra de alegría y observo sus manos delicadas apoyarse en mi brazo izquierdo. Ella sabe que siempre estuve así, amparándola. Los años no han pasado en vano y las cosas de la vida vienen y se van. Pero ese es el momento que no debo olvidar porque atrapa mi sensibilidad. Las palomas han comido su porción de pan molido y se aprestan a volar. Ella cierra la ventana y con sus ojos humedecidos por algunas lágrimas que asoman, apoya su rostro en mi pecho. Es el tiempo de decir que el amor no requiere de palabras.
© David Rosario Sorbille
Foto: Gustavo Tisocco (Jardín Botánico de Buenos Aires)
3 Comments:
Emotivo homenaje don David a ese amor que nunca se acaba...
bello!
Un abrazo Gus.
Un bello canto de amor, David.
Felicitaciones.
María Rosa León
En cada crepúsculo se avisora una despedida; la del día, que trae consigo el ciclo de esperanza en uno nuevo.
Cariños,
ME
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