22.3.07

Prosa de David Rosario Sorbille


Amor

El crepúsculo cae sobre la ventana de nuestro hogar, en tanto, mi compañera de toda la vida y yo, observamos la despedida de esa tarde de otoño. El espacio que ocupamos se llena de silencio, sólo intercambiamos una mirada y en ese gesto la historia de nuestras vidas arrebata el momento. La alegría y la pena se transforman en una única imagen de calidez y respeto mutuo. Nuestros hijos crecieron así, en ese ámbito de solidaridad y afecto. Ese mismo rincón de luz, que ahora me tiene a su lado, fue testigo de nuestros sueños. De pronto, Ella abre la ventana y echa unas migas de pan hacia la vereda que, poco a poco, se puebla de palomas. El rostro de Ella asombra de alegría y observo sus manos delicadas apoyarse en mi brazo izquierdo. Ella sabe que siempre estuve así, amparándola. Los años no han pasado en vano y las cosas de la vida vienen y se van. Pero ese es el momento que no debo olvidar porque atrapa mi sensibilidad. Las palomas han comido su porción de pan molido y se aprestan a volar. Ella cierra la ventana y con sus ojos humedecidos por algunas lágrimas que asoman, apoya su rostro en mi pecho. Es el tiempo de decir que el amor no requiere de palabras.

© David Rosario Sorbille
Foto: Gustavo Tisocco (Jardín Botánico de Buenos Aires)

3 Comments:

Blogger Gustavo Tisocco said...

Emotivo homenaje don David a ese amor que nunca se acaba...
bello!

Un abrazo Gus.

22.3.07  
Anonymous Anónimo said...

Un bello canto de amor, David.
Felicitaciones.
María Rosa León

22.3.07  
Anonymous Anónimo said...

En cada crepúsculo se avisora una despedida; la del día, que trae consigo el ciclo de esperanza en uno nuevo.
Cariños,
ME

31.3.07  

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