Poema de Rubén Derlis
Estuvo mucho tiempo la falsaria,
iba al cine con vos pero no entendía nada,
te invitaba ginebras por bares de San Telmo
pero ella no bebía,
decía conocer todos tus libros y leía las solapas,
caminaba tu lluvia pero abría su paraguas,
sólo le importaba negarte a la alegría necesaria.
Llegó a decir te amo, y mentía.
Te inventó un ideal desesperado.
Te hizo creer que desangrarse en gris es importante.
Sólo a sí misma se ama.
Pero esto es el entonces.
Destruí los barrotes de aire de su jaula.
Está desamparada; no la mato por lástima.
Alguna que otra vez también salió conmigo:
se disfrazó de encanto,
de extraversión,
de todo pasa,
hasta en la poesía intentó ser palabra clara.
Pero andando la vida
descubrí la muerte que escondía en la manga,
le di vuelta las cartas, le desnudé su trampa,
me levanté a existir y dije basta.
Ya ves, el mismo juego que hasta ayer te mostraba.
Ganada para la libertad y el sol
ahora sos para mí.
Fue su último intento tomarte por la espalda;
pero no bien entraste cerré su oscuridad
y le agarré los dedos con la puerta del alma.
Quedó en un grito; seguirá gritando,
nosotros no iremos a salvarla.
Ahora sabrá qué es estar solo,
ella,
la soledad,
la extraña.
© Rubén Derlis
Foto: Lola Bertrand
7 Comments:
La soledad invadiendo todo, invadiéndonos...
Un abrazo Gus.
Qué tema el de la soledad.. Es necesario saber, prontito, cómo agarrarle los dedos con la puerta, caso contrario, anula la vida misma. Lindo poema, Laura Beatriz Chiesa.
La verdadera y dañina soledad, es la que se siente en compañía, porque es la del alma y nada la llena y nadie la ocupa...
Bello poema!
Un abrazo
Aún desde la oscura soledad, puede verse el resplandor de la luz transformado en poema.
Víctor hugo Tissera
Muy buen poema, esto de arrinconarla y que sepa cuánto duele...
Elisabet
Bello hasta la crueldad. No tolero las venganzas, las revanchas, pero creo que en este caso, puede ser válido. Nunca lo había pensado, pero quizá sea lícito vengarse de la soledad. Quizá, hasta sea saludable. (me duelen los dedos)
Alicia Perrig
Excelente poema, Rubén. Yo diría que puede ser un conjuro inefable para librarnos de esa mala compañía que es la soledad mala. Otro tema es la otra soledad, la que buscamos para escribir o crear. Pero de ésta no nos vamos a quejar.
Un cariño muy grande
María Rosa León
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