Poema de Roxana Palacios

Genético

Con el invierno las casas están más cerradas.
Él corre a toda velocidad desde la cocina hasta el alambrado que separa la casa del refugio de los patos. Mientras tira piedras en el agua, inmóvil y lejos, abro los brazos y lo llamo.
Salimos a la calle, los brazos abiertos como aviones, ahora pájaros, ahora tigres, elefantes, árboles de ramas elásticas y raíces como hebras que nos multiplican hacia la ternura.
Él es hermoso y sin respuestas.
Sin embargo, conoce cada manera inquieta de transferir el silencio.
En esta calle de su país de ruidos controlados, no hay verbos de decir el cuerpo rechazando caricias, las manos chiquitas sujetando objetos, visiones con puentes inconexos a la vista de todos y de nadie.
Es una repetición la claridad, la ausencia de preguntas, una costumbre para ordenarnos en rutinas tibias, intocables.
Cuando advierte tu presencia, devora la imagen, tu gesto en la sombra de otras cosas.
Las nubes pasan cada vez más lentas. El viento embolsa las cortinas como una dignidad. Yo te veo entrar, geóloga y brillante, elegir las piedras para tu observación una por una; te veo abrir la puerta con tu hijo calzado en la cintura, cantar las canciones que no querías cantar; te veo cercada por universos extraños con una lucidez
demoledora.

© Roxana Palacios