Poema de Carina Paz

SOLO DE DIOS

Perdóname el invierno de mis manos,
el ocaso de mis ojos cuando a veces te guardo en una lágrima de hielo,
la luz que no me otorgo
la que te niego por miedo a que te vuelvas sólo espejo.

Quizás debas saber que hay días en que no logro retener la luz entre los dedos,
días en los que aún cabalgo mi noche a la deriva
en soledad, siempre a destiempo
siempre en busca de un milagro que descifre este lenguaje de tormenta
cuando no logro salirme del invierno.

Perdóname este viaje sin retorno, en constante despedida
en desencuentro.
Apenas soy un gesto imperceptible de tristeza
una señal en la piedra semejante a un jeroglífico de hierro
arraigado a la cruz de los que nunca vuelven.
Voy de espiga a grano
de polvo rústico y salvaje a desmesura en el sueño.

Sangro y germino en tierra de oscura fragilidad
donde demasiados ojos observan el saqueo
y pocas miradas ven el relámpago que gime
a medida que desnudo los secretos.
He cruzado el umbral del asombro y la ternura
y he sido vuelo primitivo frente a toda distancia y lejanía
sólo por otorgarle inmortalidad a los límites de un ala
y sentido al desierto.

Perdóname si una vez más al nombrarte me despido.
Sucede que hasta la sombra perdió el sentido de la huella y el tiempo apremia.
Sale entonces el hombre a despojarse de la vida y la muerte
sin saberse espina, pájaro, cosecha.
Solo, disputándose la nada en un exilio.
Solo de Dios.
En el silencio.
Solo.
De rodillas.

© Carina Paz