Poema de Carina Paz

UMBRAL AL INFINITO

“… y entonces tocarás cómo tu sombra es esta mía
desvestida
y entonces olerás cómo he sufrido”

César Vallejo

Aquí está mi soledad. Así la entrego.
Despojada de honores y promesas
de máscaras que el tiempo ha herrumbrado
hasta la oscura anunciación de aquel sin rostro.
Ajena a la memoria creyó acatar la ley de la cordura
y alzó su cetro
sin percibir que apenas conquistaba imperios de apremiante lejanía.

Su reino sin embargo es áspero y extenso
y habita en estas manos que día a día arañan el muro que nos divide
en sueño y en naufragio,
en testimonio de Dios y breve infierno.

Porque siempre ha gobernado en esa habitación contigua al alma
donde la dicha cumple por decreto su sentencia de brújula extraviada;
porque a ella pertenece la gota más fiel por donde sangro
cuando mis ojos pueblan de imperfección todo cuanto miran
y la distancia los esfuma como ciegos en la oscuridad que exhalan.

Su esencia fragua la versión de un nombre inscripto en el esquivo hueco del granito
bajo el signo de un ermitaño alfabeto.
Y así la celebro.
Invulnerable al abismo donde el llanto cambia de piel
y la sangre rescata relámpagos de libertad muda y estéril.

Dura ha sido la condena para aquellos que alguna vez
codiciaron construir el reino a su medida.
Donde un pequeño impulso de ser convierte en dones la tempestad que no cede
para que el hombre abandone finalmente
ese temible hueco de humanidad incompleta.

Aquí soy a solas toda la soledad. Así la muero.
A medias con un grito silenciado errando entre tinieblas
asida en cada verso a lo intangible
encadenada a un sol en cautiverio.

© Carina Paz