Poema de Isabel Llorca Bosco
COLLAR
Cae el collar en un estrépito de luces.
Veo la torzada de los hilos lacia,
veo brillar las mostacillas sueltas
como otra noche dentro de la noche.
Todo lo veo en la oscuridad, y veo más todavía.
Fue como liberarme. Lo arrojé
porque se interponía entre nosotros.
Después lo opacaría el agua matinal,
se volvería violeta reverberando al sol.
Guías de alambres que oprimían mi garganta,
ya no gargantilla, cinturón del medievo.
La noche no era negra y acechante, sino clara y azul,
por mil hendijas entraba en resplandor.
Del collar, ni sabía; vos en mí.
gemidos y susurros libremente enhebrados
en la pleamar de nuestro amor, rebelde para algunos.
Y hasta llegué a ver más por un reflejo,
quizás, en algún sueño momentáneo.
Vi la mujer que me legó la fantasía y tantas otras cosas,
La imaginé empezando a desvestirse,
de espaldas, el peinado alto, impecable.
Y aunque fantasma, me miró por el espejo:
Vos no sos una Bosco, qué distinta.
Con qué cuidado guardaba aquel collar,
alisando sus hebras, dándole forma de corona.
Sus ojos verdes escrutaban –verdes como los míos–
que el cofre no quedara abierto
porque iría a aplastar los canutillos o saldría la música.
El hombre que la amaba, la llamó
amenazándo con soltarle el pelo.
Mientras, ella se retocaba el peinado una y otra vez.
Mis manos de nena habían frotado
las torzadas de pelo suavísimas y frías,
seda salvaje lamiendo su cintura.
Pronto yo, que llevaba su nombre en tercer grado,
le daría brillo y el color de la caoba. Ya blanco,
se lo corté mucho después,
Y aunque era necesario, me sentí una Dalila.
Nosotras nos queremos, me había dicho
Y no hubo respuesta, aunque supe
que iba a sentir la culpa por una eternidad.
Pero una vida entera como un sí sostenido
tampoco podría ser.
Y es claro que la amaba y me quedé sin voz:
no se puede ser libre sin ser algo agresiva.
Cuando la gente me creía hija suya,
se estremecería aquel vientre vaciado, como dicen los torpes.
Y con un cofre lleno, que después vendería en otra de sus pérdidas.
Se apagó el velador. No hubo ruido de horquillas.
Nada se interponía entre ellos, sólo el inmenso camisón de lino,
porque –decía–es más fresco que el nylon.
María Isabel Ester vuelve a mirar la luna del espejo
y aquella pulida dignidad que no heredó.
Su cara se humedece, como lloraba Pedro en cada madrugada.
La luz me deja ver que el collar está intacto, a pesar de mi arrojo,
las nocturnas cuentitas para evocar su cielo y lucirlo otra vez.
Sin embargo hay una imagen que llovizna
por el pecado absurdo, que no puede absolverse
porque no es un pecado:
el de ser dos mujeres distintas y distantes
para llevar las joyas de sus vidas.
© Isabel Llorca Bosco
9 Comments:
Absolutamente bello.
Mostacillas, piedras, luz y sombra... ¿sueño, realidad?
Magnífico.
Un abrazo,
Alicia Márquez
una narración poética, con versos impecables girando en derredor de un objeto al que a menudo sólo es un adorno. arte poética. susana zazzetti.
Las diferencias abismales entre dos mujeres unidas por el afecto narradas a partir de la presencia de un collar que es el símbolo de sus valores opuestos. Excelente texto, me encantó. Un día de éstos pasaré por el Hilo y otro día por el Laberinto. Gracias, querida Isabel.
Jorge Luis Estrella
Maravilloso poema. Qué buen uso del tiempo. Y qué símbolo sutil el collar de perlas.
Gran maestria para enhebrar palabras y recuerdos,el Deseo y su represión,las luces de un collar y la noche dentro de la noche.
Es un placer acceder a tus lineas.
Vivina
Gran maestria para enhebrar las luces de un collar con la noche dentro de otra noche,el Deseo y su Represion,las palabras y los recuerdos...
Es un placer acceder a tus textos.
Vivina
Sin duda, aunque no me lo hubieras dicho en este mensaje, se presiente una angustia muy honda bajo la superficie de los versos, en lo no dicho. Es notable como se suceden esas imágenes entre luz y penumbra entre los personajes y tu Yo lirico, en esa alcoba, con la presencia inquietante del espejo . Y con el otro brillo ambiguo de las perlas de ese collar que te tocara heredar, de esa otra mujer que llevaba tu nombre. Doble cerrojo, el de los nombres impuestos y el de los collares que ciñen gargantas de mujer, tantas veces a cambio de cercenar su libertad capturando el centro de su belleza.
En estos versos hacia el final
Isabel Ester vuelve a mirar la luna del espejo
y aquella pulida dignidad que no heredó.
Su cara se humedece, como lloraba Pedro en cada madrugada.
tienen una tremenda fuerza trágica. Me llevan a pensar en aquel poema de Wilcock, Hae puellae, y en ese alto homenaje al lugar de las mujeres en la Historia, el collar de Teodora, tantas cosas…
En lo formal, lo que tal vez te pase es que cuando uno escribe poemas en esta escritura afín al discurso de la prosa, los debe corregir mucho para que tomen el ritmo deseado, y esos suele llevar muchas reescrituras.
Un abrazo
Alejandro Drewes
Querida Isabel: leí y releí tu prosa poética,disfruté de bellísimas imágenes.Ese collar de mostacillas que se desgrana como otra noche dentro de la noche...símbolo de opresión,de lazos que atan..tan opuesto al libre enhebrado de gemidos amorosos....la libertad posible en identidades atadas a una genealogía dolorosa...la identidad..los ojos verdes..los nombres, ser o no ser una Bosco...afanosa,angustiosa búsqueda de diferenciación y reconocimiento..ya no buscarse en esos espejos... la agresión y la culpa...ser una misma en algunas situaciones familiares suena a pecado pero el premio es llevar bellamente la joya de tu vida y compartir con otros sus resplandores, un abrazo enorme, María Chapp
ensoñacion o fantasmagoria, tus versos vuelan en la noche asi los imagino, cada palabra una estrella, solo hay q saber mirarla, no hay que enceguerce con los brillos....la belleza de tu poesia puede transfornar fantasma en fantasia
marta
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