Poema de Roberto Reséndiz Carmona

CADA CUATRO DE JUNIO…

Cada cuatro de junio
la muerte se detiene
lame los huesos
la huella de las olas
adentra sus dedos en la boca
escudriña la lengua
avinagra el alma.

La muerte
me culpa de la sed de los volcanes
de la humedad del viento
del humo descarnado
del naufragio que enloquece a los marinos.

Los cuervos
se han acomodado en el alambre de los ojos
abren sus alas
picotean el alba
el rostro envejecido
el abanico de las horas.

Cada cuatro de junio
sufro el capricho de los sueños
los estornudos del mundo
la tormenta en los arrecifes
el vacío de los gemidos
los ritos funerarios.

La muerte
me escupe desde las doce de la noche
me hace recordar
el sudor helado de la cama
las ventanas cerradas
los parques clausurados
el veneno que oxida los latidos
el venero de lágrimas antiguas.

Año con año
se burla de las puertas
de los listones rojos de San Judas
de las velas blancas
del vaso con agua de las rosas
del frasco vacío
de los fantasmas.

Cada cuatro de junio
la muerte violenta la memoria
rasguña las heridas
al amor perdido
al aullido de las horas
al puñado de sal
que dejó en los rincones del ropero.

La muerte
escupe su espesa saliva por la carne
la oscuridad del día
un retrato olvidado
el aceite quemado del asfalto.

Cada cuatro de junio
la muerte
me marchita el alma...

© Roberto Reséndiz Carmona