Prosa de Pablo Mora
Al alimón con
Esta tierra sobre los ojos, sobre el alma, este aprieto, esta noche continua, este desasosiego, esta derrota o victoria que comienza, se aleja, se recuerda, viene y va. Te quiero, país, tirado abajo del mar, coronado de soles y neblinas, sombra de la guerra, lleno de vientos, puteando y sacudiendo banderitas, repartiendo escarapelas en las calles. Te estás quemando a fuego lento. Qué carajo si la casita era un sueño. Te quiero, país tirado a la vereda, caja de fósforos vacía. En cada casa, en cada plaza, hay alguien que nació haciendo discurso para algún otro que nació para escucharlos. Te quiero, país tan triste en lo más hondo del grito, tan golpeado en lo mejor de la sonrisa, tan grifo en la hora de la autopsia. Te quiero, a pesar de la sangrienta demencia que de antiguo atenta con la tribu, a pesar del águila rapaz y su avaricia loca, toda espumeante de historia, tragedias y misterios, exhalando el vaho putrefacto de los siglos, sorbiendo la polvareda de las necias apetencias, alcantarilla de los grandes asesinos en el desesperado despresamiento de los siglos, en el despellejamiento abismal de las brechas, trojes o caminos.
Te quiero a pesar del cómplice silencio para distraer el hambre de los humildes o arrancarle el fruto de sus sienes. Te quiero en las largas, confusas llanuras, serranías, en las que levanta, amasa y cuece el hombre su pan escaso, esparcido por el viento, buscando la pulpa ausente de los frutos idos. Te quiero a pesar de las babeantes, incompletas verdades, vertiendo su estiércol, retrasando nuestra marcha hacia el pan de cada día. Te quiero, país de barro, y otros te quieren, y algo, habrá de salir de este sentir. Te quiero, país desnudo que sueña. Te quiero país despierto que grita; país resuelto que espera; país de sol y de nieve; país de siembra y cosecha; país de pulso y de fuego; país de barranco, de lumbre y de gloria; de palabra, de pueblo y de pólvora; de béisbol, ringside, furia y sampablera.
Me acuerdo de un amanecer alpino, en pleno invierno, soñándote despierto, entre la noche de la guerra, del hambre y de la lluvia, alzándote en los brazos, ofreciéndote a la vida, a punta de herejías, fabricándote, llevándote. Tapándome la cara, me acuerdo de la primera luna allá en Palermo, bajando del Amparo, camino de la aldea. Tapándome la cara, te imagino, desperezado, después de esta avalancha, calmada la borrasca, con zapatos rotos o nuevos, cuesta arriba, fuerte el corazón, y el brazo desafiando porvenires, conquistando soles. Te quiero país, pañuelo arrugado, maltratado, de estrellas impasibles, con sus calles cubiertas de carteles. Te quiero hasta la eternidad de un beso victorioso. Te quiero, sin revés, sin vuelta y sin derecho, nada más que de cerca y amargado. Y de noche, insomne. Vámonos a caminar, yo te acompaño.
© Pablo Mora
9 Comments:
Bello texto Pablo con la elocuente fuerza del amor...
Un abrazo Gus.
La esperanza a pesar de todo y de todos, en este bello texto poético, Pablo.
Un cariño grande
María Rosa León
Me has estampado a la patria más allá de las pupilas.... en el alma.
Gracias Pablo.
Abrazos.
Andrea Álvarez
Muy bueno
Abrazos
Elisabet
Pablo querido,qué belleza, me hiciste recordar algo que escribí cuando estaba en el exilio:
"Patria: sitio abstracto
que duele en ningún lugar
y en todos lados".
Abrazo,
diana poblet
La noche cede el espíritu
millares de inocentes
han partido
y tu canto, Pablo,
enlaza
proclama, magíca
la inasible libertad
Abrazos
Elisa
La noche cede el espíritu
millares de inocentes
han partido
y tu canto, Pablo,
enlaza
proclama, magíca
la inasible libertad
Abrazos
Elisa
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Abrabesos mil
Quiero conversar con vos, Elisa.
Pablo
Será un placer Pablo!
millebaci
Elisa
Pablo:
Es un poema de corazón desbordado, donde las palabras gritan entre montañas para levantarse en eco.Y nada se pierde y todo se oye y el cimbrón es estallido en otros corazones.
Me gustó mucho, felicitaciones!
Liliana Chavez
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