Prosa de Sonia Quevedo
INERTE EL SILENCIO
Todo era soledad, quietud, silencio y abandono hasta que un día, llegada la mañana mas temprano, alguien pidiendo ayuda le miro de frente; posó su mano sobre el bronce frío y espero respuesta sin lograr palabras; tan solo la mirada ausente, indiferente y quieta le observaba.
Sin dudarlo subió hasta alcanzar la esculpida cabellera; le miró despacio y en voz alta dirigiose a ella solamente para escuchar el eco; más de repente como relámpago en tiempo de verano recibió respuesta; imaginada o no, la voz le dijo con firmeza:
Nada ha quedado del padre anciano, la mujer que por largos años le sirvió, marcho callada; el jardinero espantado ante el trepidar, huyó esa noche mientras la broncínea forma continuaba intacta, tolerando los rigores del tiempo y de la guerra.
© Sonia Quevedo
5 Comments:
Muy bello tu poema, donde la ausencia y la soledad aparecen con impecable forma, Sonia.
Felicitaciones y un beso grande
María Rosa León
Sonia: una prosa que llega, se respira ese momento y se termina viendo esa forma de bronce que supera los tiempos de la carne. Un abrzo, Laura Beatriz Chiesa.
Desde el primer renglón visualicé una estatua, y me aferré a esta idea para combinar con la autora la pregunta implícita del texto sobre que el bronce es más durable que la fragilidad humana¡Excelente !
MARITA RAGOZZA
¡Que belleza Sonia! Hermoso, hermoso... cargado de nostalgia y elegancia.
Hemoso poema,la ausencia dibujada en una estatua, muy buenas imagenes
Un abrazo
marite
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