24.6.10

Prosa de Sonia Quevedo


INTRUSO

Enorme vacío entró poseyendo el espacio al abrirse una puerta ancha y alta cediendo paso al silencio, tomándose por asalto, a la soledad abstraída.
Se apagaron las brazas, gélido el viento sopló, se doblegaron las velas y… las azuladas flamas lentas, muy lentas expiraron.
En medio de la penumbra, la vieja silla vienesa construida en abarco osciló, acunando a la larga noche y a los recuerdos con ella.
Arribó la mañana fría, no cantaron las aves para saludar al día, y las ventanas, no se abrieron presintiendo helaje a su paso.
La estrella reina ensombrecida por la niebla, se detuvo en su centro arropada por las sombras; luego, desteñida, lerda y carente de brillo tras la perdida de calor, cruzó al fin, el ilimitado espacio sintiéndose sobrecogida al contemplar, lo colosal del cosmos.
Enmohecida entidad se avistó al entreabrirse la ventana del espacio poseído; la misma que antaño fuera refugio de lotos nácar, anturios color de vino y hermosas magnolias blancas.
Se sentó enorme el vacío; balanceándose en la vieja silla vienesa construida en fino abarco empolvada por reminiscencias; miró el tiempo pasado y, aterida por el frío invierno, oscilante, se abrasó a los recuerdos sollozando en frente de la puerta ancha, escuchando al silencio dialogar con soledad al apagarse las brazas .

© Sonia Quevedo

3 Comments:

Anonymous silvialoustau said...

Todo un clima de pena , casi agobiamte, excelentemente escrito.
Con afecto,

Silvia Loustau

25.6.10  
Anonymous Anónimo said...

Hermosa conjunción de imágenes en torno al silencio y la soledad, Sonia.
Aplausos y besos
María Rosa León

25.6.10  
Blogger Avesdelcielo said...

Cada verso es brasa y brillo en esta prosa poética, que debe leerse pausado, lento, para que nosbpenetre en toda su belleza.
MARITA RAGOZZA

26.6.10  

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