Prosa de Fernando Sánchez Zinny
Relato de la llovizna
Camino convencido de lo imposible y lo nefasto. Saben que nunca me engañé demasiado, ni compré ilusiones ni aguardé recompensas alegres o imposturas confiadas: a lo sumo, a veces acepté la simulación ajena como somnífero para aplacar el estado de conciencia, complacencia con que me ayudaron no pocos amigos.
Pero el desvelo vuelve como fervor del tiempo que deshoja ramas y argucias, hasta que un día concluye dejándonos solos, frente a turbias decisiones, a insaciables soledades. Eso hace el tiempo pero, en fin: no tiene importancia; es el castigo indicado y se lo admite sin queja, pese a ignorar cuál es la culpa.
Pensaba en esto al hacer cuadras y más cuadras bajo la llovizna: las culpas –de haberlas– deben ser de mis padres, presunción que anonada, pues nadie soy, en ese caso, para formular reproches. Además de ser cierta: los pecados de los padres los pagan los hijos hasta la tercera y la cuarta generación.
El resto son sombras y es inútil describirlas, pues no se distinguen del trasfondo, de la llovizna incesante, de lo que hablo conmigo, de lo que los demás hablan… Los amigos, tan a menudo, siempre limitados por el temor que se rehúsa a las palabras explícitas, de modo que hablan como si no lo hicieran, como si callasen ante un misterio sagrado.
Ella, en cambio, no habla. Ensimismada se aleja; sin pausa se aleja, como si un dios la llamase,
Tampoco yo atino a dar explicación alguna. Las cosas son así. Y un día no serán más. Aunque la misma llovizna se prolongue hasta entonces, y más allá.
© Fernando Sánchez Zinny
1 Comments:
Prosa llena de dolor y resignación...
Una belleza Fernando.
Un abrazo Gus.
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