Prosa de Sonia Quevedo

AL PASAR EL VIENTO

Removiendo recuerdos descubrí archivos de tiempos pasados; hablé de mis sueños, de mis horas libres, de lo que fue o no, de la vida misma; de ratos felices, del enorme deseo de un abrazo eterno.
Escuché los cantos profanos de Orff; escribí un poco sobre Las Tres Gracias, las mil y una noches, sobre Venus, Cupido, La locura y el Tiempo; escuché a Mozart, Beethoven y a Bach.
Plasmé con ternura momentos felices entre los guaduales; sentí el paso del viento silbando sacudir muy tenue las melenas sueltas; escuché el canto sentado de un lado y al amor del otro, observando envidiosos, volátiles cuerpos sin prisa danzando.

Y le canto ahora a esa imagen leve y suelta sin timonel ni rumbo, cuando en la alborada, remonta las olas en “panga” de roble con su vela al viento llevando por carga:

Cuerpos palpitantes, brillantes zafiros, pujas y jinetes, remolinos briosos, silbos sostenidos, y a la brisa queda, meciendo melenas para al dilatar las pieles sin prisa, danzarle a Afrodita.

© Sonia Quevedo