Poema de Juan Carlos Rodríguez

Dueña de mis pasos

no sé hasta qué punto no me marcan
aquellas tus mejillas que se asentaban en mi rostro
cuando dormíamos junto al hogar
y de las fotos de los hijos brotaban caricias
girando cerca del fuego de la vida
sintiendo esa tropical presencia del señor
cuando palabra por palabra queríamos echar a andar al mundo
y cada uno, desde la urgencia de sus manos, recurría a sus pasados
hechos de culturas diferentes
no sé si te acordás, lady, que tus caderas agitaban veredas
al compás de ritmos bluseros
mientras que mi pretérito estaba lleno de tangos
de polacos de sosas uruguayos
corriendo por el aire las sombras que siempre quise tener
hasta que las noches se llenaron de senos, de mimos, de barrancos
de espumas marítimas de lunas varoneras
de rosas desnudas de marlos de letras que se doblegaban
cuando tu rechazo crecía
y todo indicaba que en el tibio acontecer de alguna ofrenda
las alas del tiempo ensordecían madrugadas
canas que iban y arrugas que venían
sin olvidar retruques familiares
mascullando pidiendo suplicando
que llegue de una vez la tregua
que se encarnó un día logrando
que tu belleza no produjera daños
y el ojo no se diluyó inundado de tanta lágrima
melancolía reducción muerte y pasión
dueña de mis pasos propietaria de mis ambiciones
esclava de mis deseos madre de mis venas
hija de mi erotismo hermana de mi locura
mujer afín
¿nos merecemos tanta peste,
tanta llama?

© Juan Carlos Rodríguez