30.3.11
Poema de Elena Cabrejas
POR LAS CALLES
Por las calles el tránsito parecía igual
que en tiempos anteriores
pero no estaban Claudio ni Haroldo ni Azuzena.
Los autos pasaban por zonas comerciales
por donde el mundo ardía
por inocentes zonas suburbanas
de azules transparentes
pero Caty no estaba ni Jorge ni Roberto
mientras la paz violada cabalgaba a hurtadillas
de esa carroña hambrienta hediendo a pavor sobre la espalda.
Nos espiaban desde cada ventana
... cada rendija
............. cada ventanilla
donde asomaban amenazantes fusiles
lentes oscuros como presentimientos
con su poder alzado
doblegando la piel
...... la mente .. el aire
y hasta los adoquines de la calle.
La calle
donde Paco no estaba ni Rodolfo ni Marcelo
donde todo olía a derrota
.......... a pócimas amargas
mientras el tránsito continuaba igual que en otros tiempos.
Aunque a veces ellos lograban regresar desasidos del tiempo
con toda la belleza de sus miradas muertas
volvían a las calles más allá de la vida
perdurando
...... resistiendo
propagando su aliento clandestino
sus manos
..... su voz
como una mancha de amor sobre la calle.
© Elena Cabrejas
Poema de Héctor Miguel Ángeli
FRENTE AL GRAN RÍO
.........a Silvia y José Luis, en Posadas
Oh, meditación del agua!
Oh, sitio de la altura!
Así empezaría un poema pretencioso
pero no,
es apenas la llovizna que languidece
sobre la cuidad fogosa.
Desde el alto balcón de mis amigos
el gran río
ni siquiera parece suspirar.
Sólo es una revelación del aire,
un camino brillante de cenizas.
Las nubes brotan del río
y sobre el río
piensan como nosotros pensamos,
sin tregua ni límites.
Son las nubes
de la libertad y de la tristeza
que zarpan de todos nuestros días
y nos obligan a ser mortales.
En este otoño de las despedidas
creo que nunca cometí maldad alguna.
Por eso pienso, como piensan
las nubes lejanas fugaces,
que estoy entre los fracasados.
© Héctor Miguel Ángeli
Poema de Sonia Del Papa Ferraro
A mis sobrinos del Arroyo Rama Negra
MIS NIÑOS PECES
Niños de agua y primavera
brotados de estambres
amanecidos en ojos de río.
Sus brazos de sauce
se doblan en ramas de ternura
para abrigar la mañana.
Nadan entre soles y juncos
batiendo sus alas de viento.
Mis niños peces.
Voces de pájaro y silencio,
buscan grillos y candiles
en las noches junto a la luna
para obsequiarlas
en los amparos de sus manos.
Ay mis niños peces,
que surcan la tierra de colores y risas.
Corren como un vuelo
cascabeles encendidos,
ráfagas, cometas,
me abrazan las sonrisas,
el amor de los brazos de sauce,
los cabellos de río y los rizos,
de mis niños peces,
cada vez que desembarco
y pongo mis pies
...........en el arroyo.
© Sonia Del Papa Ferraro
Poema de Patricia Díaz Bialet
SARAH VAUGHAN (II)
I let a song go out of my heart
It was the sweetest melody
Duke Ellington
Ella canta y acuna malabares en la luna.
Canta desde su féretro inefable.
Busca el agudo hocico de la lluvia,
el vértice detrás del pentagrama.
Contempla el espasmo de su propia voz.
Roe con su dulce quejido.
Y nos acerca en él su entrelazada palpitación de circo.
Ella canta y cancela toda tristeza,
toda muerte,
toda faja amarillenta de vírgenes añejas.
Estira en lúcidos confites el hilo de su boca abierta
y nos mira,
embelesada.
Y retumba su tímpano sobre el cristal imperfecto.
Por eso no debería yacer como un fruto armonioso:
su lugar es el resorte infinito
y el arrebato que causa cuando se quita los huesos uno a uno.
© Patricia Díaz Bialet
Poema de Claudia Isabel Lonfat
Camafeo
a mis tatarabuelas; Madelaine Tscherry, Melanie Lonfat,
Marie Anne Tscherry
Otro crimen perfecto
Un rostro tallado,
sonriendo tímidamente,
ya es historia
Olvidar
es asesinar
es una sepultura vertical
en la máquina del tiempo
Algún día me tomará
Veré la muerte oblicua en mi ventana
y alguien tallará mi camafeo
© Claudia Isabel Lonfat
Poema de María Montserrat Bertrán
Desapego
Ahora
de este arroyito
serpenteando las piedras
Ahora
de hilo verde
corazón esmeralda del agua
que vibra y canta
por únicos bordes
va y corre, nunca vuelve.
Incesante.
Me maravilla su desapego,
su no quedarse, por ir sobre la piel de la tierra
pulsándola,
amándola
amor de música verde
verdísima
ahora
que vibra
....... y canta.
© María Montserrat Bertrán
Foto: Gustavo Tisocco
Poema de Liliana León Trujillo
Buenos Aires.
Buenos Aires es agresión,
hoy por hoy, para ti, para mí.
Me duele que así sea.
Buenos Aires me complace,
como pocas veces me complacen las cosas,
aunque la gente sienta que solo se trata de tangos.
Buenos Aires me vio llegar mujer
Que no tiene secretos.
Conquistándolo todo,
A la vez dejándome conquistar.
Buenos Aires es las cosas que vi, todos los olores del sur,
Los lugares distantes, exóticos
Que no sé cómo traducir.
Buenos Aires se despliega ante mis ojos,
Con la dulzura de quien protege,
Contiene más allá de lo imaginable.
Es paraíso e infierno
En proporciones notables, casi iguales.
Buenos Aires eres tú,
Con todos tus dramas y el espíritu de comedia,
Con tus miedos,
Tus malabarismos de persona
Que disfruta estar perdida en tantos laberintos.
Es la manera que tengo de estar en tus brazos.
Brazos que acogen como ningunos otros.
Buenos Aires esta noche es una escuela de vida,
Mi casa, un festín para mi alma.
Y me ve colisionar contra mi misma,
En el afán de amar con desenfreno.
No a cualquiera sino a ti, solo a ti.
Buenos Aires me llega,
Me compra, me ata.
Buenos Aires me ampara,
Me quita, me da.
Es la larva que me hizo mariposa.
Un lugar dueño de una mirada de ciudad hembra,
Idéntica a tu mirada,
A la que me regalas con sentido de pertenencia.
Buenos Aires no puede ser negada,
Es un ente de luz,
También, a veces, un insecto,
Uno que se afana en ser peligroso.
Por eso hago a esta ciudad, por hoy, poesía,
Para que valga más,
Para que saque a tanta gente del espanto,
Para que me saque a mí misma de la angustia,
Para que fluya,
Para que flote,
Para que crezca.
Buenos Aires en este instante,
Sin importar un antes, un después,
Es un bar en un balcón.
Aunque eso parezca excéntrico.
Que no me deja ser otra cosa
Que una mujer enamorada.
Sumamente enamorada.
A lo ancho, a lo largo, muy profundo,
Cuanto más profundo más intenso,
Cuanto más intenso más real.
© Liliana León Trujillo
Poema de Carlos Roldán
con engolada voz
sin la pastosidad de un vendedor de baratijas
podría decir de tantas cosas
perorar sin término y suntuoso
razones y razones para acallar accesos
pero es mejor hacerse a un lado
cuando viene la historia como propuesta abierta
calle en la calle y las pancartas públicas
ensanchando
el propio aliento libertario
tan erguida y tan frágil
tan debido y tan riesgo
© Carlos Roldán
Poema de Mónica López Bordón
EL BRILLO DE ALGUNAS HORAS COMPARTIDAS
Cuando me hablas
me quedo tan desnuda en mis venas
derribadas y cautivas en tu fuego
que le pongo acentos a la noche
silenciosa y sigilosa entre los lirios
de locas mujeres que aparecen,
en pequeños retazos,
cuando me hablas,
a orillas de mi vida,
entre el hechizo del mar
y el vértigo de alguna locura.
Me abandono a ese brillo
de algunas horas compartidas
que me dejaron tan despojada
en mi carne, conmigo,
tan en medio de una madrugada arrasada
donde hablaban los cuerpos y las leyes de la carne
tan violentas, tan palpitantes.
Latiendo en pulso
sigo mirando el resplandor,
esperando la Aurora con sosiego,
una palabra,
un brillo sobre la lejanía.
© Mónica López Bordón
Poema de Silvana Merlo
Cuando quise engullir el mundo con esta boca
se me alargó la lengua.
¡Ay, mi lengua, bisturí prohibido!
Delicada como el viento, corta la respiración
y sin piedad se enardece con inflamada habilidad.
Cae desnuda en el plenilunio de unos ojos
con la impaciencia persistente.
Es la memoria del dolor, es áspera:
busca destrozar las palabras de un príncipe
urdir el motín de versos invencibles.
© Silvana Merlo
Poema de Any Carmona
Oda a tu sonrisa
He recorrido el mundo
para llegar a tu sonrisa.
A tus ojos de luz,
a tus manos de pan.
Transcurrí sueños
y cerré ciclos
para verte.
Develar,
en tu sonrisa adolescente,
que vienes a mí
tal como partiste.
Con tu corazón en flor,
a todas las búsquedas,
abierto.
Ahora me regalas
tu sonrisa,
ni antes ni después.
En la justa mirada
del encuentro,
en la exacta nota del deseo.
Es intervalo infinito
donde solazarme.
Ser lo que siento por ti
entre aquel memorial
de lágrimas
y esta bohemia otoñal
de las almas.
He recorrido el mundo
para que me veas.
Tal cual soy.
Mujer pájaro
del ocaso al alba.
Viajera en tus ojos.
De la luna,
amante.
La que ama esa sonrisa
tuya.
Desde la distancia.
© ANY CARMONA
Imágen enviada por la autora del poema
Poema de Mirna Celis
La hora del Amor
El cielo es un espejismo
de delfines amándose.
La luna estalla en un silencio
de estrellas fugaces; el viento la besa y en giros circulares
enciende la piel de los árboles,
estremeciendo sus raíces… incitando
la pasión de la madera.
El mar está ebrio con el balanceo de las
olas, la espuma sensual lo roza, el ritmo se agita
y la respiración es un tantra azul;
todo se detiene en lo sublime,
los barcos se elevan y las brújulas pierden
el norte.
La lluvia se perfuma con agua de rosas,
la arena abre las entrañas
y la funde intensamente en sus brazos.
Los faros prenden velas
para iluminar
el ritual de latidos y las piedras sahúman esencias de
canela y sándalo.
En lo alto, una bandada de nubes
cubren con sus sábanas aladas
a los amantes.
“Es la hora del Amor”
susurran los muelles
“…es la hora del Amor…”.
© Mirna Celis
Pintura: Mirna Celis
Poema de María Amelia Diaz
Variaciones instantáneas
Caen,
mientras los ángeles descienden,
los pétalos de una flor que ha muerto.
---
Caen los pétalos de una flor
mientras los ángeles descienden:
pasa la muerte.
---
La muerte de los ángeles
hace descender los pétalos de las flores.
---
Una flor y su muerte
hacen caer los ángeles que descienden, como pétalos.
---
La muerte,
los ángeles,
unos pétalos,
son apenas caídas
en nuestro descenso.
© María Amelia Diaz
Poema de Ana Rosa Bustamante Morales
Oda al bailaor de flamenco
II
Su torso para sorberlo paso a paso,
cómo estremecen tablaos
su pasión que devora a la flor,
roja gota hierve en su alma
y la flagra en un botón
que se despliega
con delirios de mascarón
en la mar llena
de peces y estrellas,
y sus tacos gimen su corazón.
¡Qué peñasco levantaron sus oídos
como perros ¡
¡Qué vastas tierras aplastadas por el sol
perturban a mi sexo¡
con su acorde puro seductor
danza tu danza varón
que tus relieves no fatiguen
y el tejido de tus manos disuelvan
ese extasiado esplendor,
en el aire acaudalando la magia
del rebenque,
galopa tu cante
moreno gitano indio bailaor
qué llevas caballos briosos
en tu apasionado esternón
sigue como un orgasmo tu baile
mueve cabellos al son,
lánguido tu rostro ante la voz.
© Ana Rosa Bustamante Morales
28.3.11
Prosa de Ana Guillot
El cazador acosa a la cierva. La huele, la abunda, va y viene por el espacio que ella misma le otorga. Él sabe, rastrea los pasos que la joven exhala a diario. Ella sabe también. Que él está ahí. Siempre afuera pero con el instinto abierto y las fauces vacías, deseosas.
En el hueco entre ambos, la cotidianeidad crece. Hay muchos hombres y mujeres entre los tenderetes del mercado: pulseras, aros, especias, té oriental, velas y abalorios, alfombras de colores, túnicas. Ella va tocando las distintas texturas pero se siente olida, trampeada. Todos van y vienen amordazando la dolorosa enrancia de esa guerra que parece que no va a terminar. Víctimas y victimarios conviven. Algunos se aman a escondidas para saber cómo es eso de acariciar a un extranjero, para saber si en el resto del mundo el clímax o la castración se parecen. Otros se ignoran, o se agreden. Pero conviven hace nueve años, o un poco más.
Dije, decía hace un momento, que ella toca las cosas que están a la venta y les imprime un temblor, una perplejidad pequeña. En el medio, la gente y sobre el árbol (o más allá, pero no en el Olimpo, no al menos hoy), él huele, se relame, babea.
Ella sabe que está ahí. Y se acomoda el cabello. ¿Y entonces? ¿Acaso podría ser que la joven hoy lo acepte?
No lo hará.
No es la primera vez que lo rechaza. Antes ya lo hizo. Cuando la comadreja había entrado por detrás del tronco del árbol para cuidar la cría.
Entonces él maldijo esa distancia entre su ardor y la mujer. El pacto estaba escrito y se cumplió.
Pero ahora sigue detrás preparando un nueva inmersión, una celada. Pero ahora, acabo de decir, ella se acomodó el cabello. ¿Y entonces?
Baja la escalinata Eneas, puedo verlo. La joven sonreirá. Está sonriendo ahora.
Dentro de un rato ellos dos sí se besarán, mientras el dios huele. El roce de los humanos ahora.
...................(extracto del capítulo de Casandra)
© Ana Guillot
Poema de Amalia Zacoutegui
Era el plumaje de la noche.
Eran los búhos escribiendo con su sombra la otredad de la luna.
Era toda respiro yo, la que aguardaba.
La casa de la infancia rondaba como un lobo,
un insomne lobo aullándole al vacío.
Eran los árboles del pánico y sus bocas
engullendo la lumbre a bocanadas.
Tu evanescencia, amor. Tu imposible voz. Tus desgarrados nunca.
Mi alma aferrada a la luz de una estrella
para no ovillarme hacia el olvido.
Muy lejos aún los caballos del sol incendiando las sombras,
fundando el horizonte en los cascos de fuego,
prometiéndome el tiempo.
Bajo el tajo del silencio,
bajo ese manto de cristales fríos,
en el astillamiento donde la sangre reptaba como una danza oscura,
era toda respiro yo, la que aguardaba.
No sabía.
No sabía, amor, que sólo para mí vendría la luz de la mañana.
© Amalia Zacoutegui
Poema de Lidia Cristina Carrizo
Breve Disparo
Podemos partir de un breve disparo,
de la rueda circular hacia el infinito,
señalando en línea recta un grito libre.
Estrechar mi fatigosa, ingeniosa mente,
en el hueco de tanta razón, en la huella
ardida, oprimida, sofocante en el juego
de los gritos, que entre amarras y corazas,
van por más amores, muchas más alegrías,
tributando el dibujo y sus formas mágicas,
borrando el horror del columpio,
que en su vaivén divide razones.
Podemos partir así... tumultuosos
de un breve disparo que taladre!
© Lidia Cristina Carrizo
Poema de César Cantoni
VETERANO DE MALVINAS
.............A Gustavo Caso Rosendi
.............y Martín Raninqueo
No es extraño que una bomba enemiga
me despierte en medio de la noche,
llenando de esquirlas mi recuerdo.
Felizmente, la mujer que duerme a mi lado
tiene un aire sereno y protector
y su contacto me libera de la pesadilla.
Atrincherado entre las sábanas,
hundo, entonces, mi rostro en el surco de sus pechos
y me duermo de nuevo como un chico.
Hasta que otra bomba vuelve a despertarme.
© César Cantoni
Foto: Gustavo Tisocco
Poema de Susana Mabel Lizzi
SOY MUJER
Por la justa capacidad de la palabra
el entrañable afán de estar dispuesta
y moverme de rincón en rincón con alma en mano
soy mujer.
Aunque mi poder radique en la sonrisa
que sostengo a contravida.
Un puente conduce hasta mi corazón de madre
cuando hablo de hijos
alborotados de sudor y bicicleta.
Sé cuánto azúcar hay que echarle a la vida para que parezca
una regia ensalada de frutas,
conozco la medida exacta del jabón en polvo para quitar el olor
de la diaria tragedia.
Tengo todo el silencio para escuchar cuanto la gente necesite.
Mi mano se convierte en un puente que atraviesa los mundos
de cada mujer que me visita.
Entro y salgo del día por la orilla de un ruego.
Trasponer ese umbral es tener un cable a tierra.
Por la campana de un beso repico de vez en cuando…
porque
el secreto de todo está en saber quererse
confluir entre comidas y champú,
entre revistas de moda y espejos reveladores,
el secreto
está en ser mujer
Por eso amamos en clave de totalidad
hasta el cielo ida y vuelta
pasaje abierto de regreso.
© SUSANA M. LIZZI
Poema de Pilar Romano
ESTA MUJER
Soy mi propio invento cada mañana,
encerrada en una piel despierta,
lavada con lágrimas.
A veces me llama una luna cobarde
y me invita a escapar por espirales blancas,
pero me quedo
y recojo mi siembra,
en un campo riesgoso y sin nombre,
en ebrio silencio,
con la ansiedad enhebrando ruegos.
Hasta que llegan
los duendes de lo eterno
y me acercan palabras.
© Pilar Romano
27.3.11
Poema de Emilce Strucchi
Querría ser un tobillo
O el nudillo de mi dedo meñique
Y por qué no la médula ósea o mi pelo insurgente
Se puede decir que todo da igual
Menos la boca creo
Porque al llegar al final de algo por ejemplo
Del pedazo último de un budín
Que estoy por tragar con placer
O de una palabra que la digo o no
Algo
Se me va para siempre
© Emilce Strucchi
Poema de Karina Sacerdote
Rojo
el acero al rojo en la piel
el arrebato de conservación
el rojo en crecimiento
recorriéndolo todo
llenando todas las células y los nervios
y la cabeza inmersa en el tormento
la voz el pecho el grito
todos los huesos
lastimándose hasta el pelo y las uñas
hasta lo que no se soporta
y luego
delicadamente
pacífico el rojo tiñéndonos por completo
ser ese dolor también
saber que ya es parte nuestra
que así somos
y dejar de dolernos
© Karina Sacerdote
Poema de Benjamín Mejías Caris
La hoja cae muerta
Y la hoja cae
no conmueve pena
maltraída
piedra en el hondo silencio
repleta
de qué
y la hoja cae
agonizante en el último testimonio.
Y todo suma
y se lleva los sueños torcidos
y un minuto no existe
y el témpano de mi mirada se va.
Y la hoja cae
sonámbulo
como yo
sin la mano en el aire
como yo
sin el ojo en el aire
como yo
sin el principio en el aire
como yo
la hoja cae muerta.
© Benjamín Mejías Caris